dissabte, 2 de novembre del 2013

En la sesión del lunes 28/10/13 trabajamos sobre los valores. Tres hombres que accedían por primera vez y tres viejos conocidos se prestaron a numerar por orden de importancia 10 aspectos, ámbitos o áreas de la vida, desde las relaciones familiares, hasta el ocio, pasando por la espiritualidad, el trabajo, los amigos, la pareja, etc. La primera sorpresa es que aquello a lo que en estos momentos de sus vidas concedían más valor los hombres del grupo era las relaciones de pareja, y lo menos puntuado fue el trabajo por la comunidad, la ciudadanía. Resultado que parece contradecir la 'preferencia' clásica de los hombres por lo público versus lo privado. La carrera y el empleo ocupaban el segundo lugar, situándose también en lugares destacados la espiritualidad, la formación y la paternidad.
El ejercicio continuó solicitando a los participantes que buscaran y escogieran tres acontecimientos, momentos, escenas de su vida difíciles, duras, tres heridas, tres momentos de crisis. Y que también buscaran y escogieran tres momentos de plenitud, de éxito, de profunda alegría y bienestar. La idea subyacente es que aquello que nos duele o nos alegra sobremanera debe estar relacionado con algo muy importante para nosotros.
En este caso la sorpresa fue la coherencia de las respuestas, que parecían responder a un patrón. Momentos de crisis y momentos de plenitud estaban invariablemente relacionados con las relaciones familiares o de pareja, con el trabajo, con la espiritualidad y con el juego infantil. Y el patrón subyacente parecía indicar que necesitamos sentirnos reconocidos, amados por papá y mamá o por la pareja, o haber resuelto de alguna forma esa falta de amor, para poder lanzarnos con éxito a la vida pública trabajo, a la paternidad... Y la importancia de la conexión espiritual, con la transcendencia, con lo más profundo de uno mismo para encontrar un sentido a nuestras vidas.
Un hilo fecundo del que poder tirar.


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