Cinc homes=2+3, el pare de cadascú i el pare de tots. Què he tingut jo amb el meu pare? Què tinc ara amb ell? Què puc tenir ara en endavant? Fotos, imatges, records, biografies. Desitjos, projectes, il·lusions, de petit a gran. Primer dia de la resta de la nostra vida d'homes dignes en companyia. Tots els trajectes comencen sempre amb una primera passa.
Xavier Gimeno
Mà destra d'home. La mà que oferim als homes. La mà activa que construeix. La mà contundent i serena. Xavier Gimeno Soria
dimarts, 30 d’abril del 2013
divendres, 19 d’abril del 2013
dimarts, 16 d’abril del 2013
GRUPOS DE HOMBRES, UNA NECESIDAD DE NUESTRO TIEMPO
“Existe
coincidencia
acerca de
que la
identidad
masculina debe
ser objeto
de una
cuidadosa
construcción”
(Irene Meler) i
Los hombres confrontados al cambio
Decir
que
vivimos
una
época
de
grandes
transformaciones
es
una
obviedad.
Nunca
como
ahora
se
han
acumulado
tantos
cambios
de
todo
tipo
en
tan
poco
tiempo,
y
su
velocidad
no
parece
reducirse,
sino
más
bien
acelerarse.
De
entre
todos
los
cambios
que
se
producen
en
el
mundo
actual
uno
de
los
más
significativos
en
el
ámbito
de
las
relaciones
sociales
es
el
que
tiene
lugar
entre
los
roles
de
género
masculino-femenino.
Es
incuestionable
que
las
mujeres
iniciaron
hace
ya
más
de
un
siglo,
especialmente
en
el
área
occidental,
un
enérgico
proceso
de
transformación
de
los
papeles
tradicionales
que
se
otorgaban
a
mujeres
y
hombres
por
el
mero
hecho
de
serlo.
Este
proceso,
que
podríamos
llamar
de
conquista,
ha
impulsado
a
las
mujeres
a
reivindicar
y
luchar
por
un
lugar
propio
en
el
espacio
que
anteriormente
era
de
exclusividad
masculina:
el
espacio
público.
El
acceso
al
mercado
laboral,
a
la
independencia
económica
y
al
control
sobre
el
propio
cuerpo
de
muchas
mujeres
han
tendido
a
una
equiparación
entre
los
roles
desempeñados
por
unas
y
otros
y
a
un
mayor
equilibrio
en
el
reparto
del
poder
de
la
esfera
pública,
hasta
hace
bien
poco
dominio
exclusivo
del
varón.
Desde
una
perspectiva
más
amplia,
ese
impulso
femenino
se
enmarca
en
una
sociedad
técnico-industrial-urbana
que
ha
afectado
a
muchas
otras
instituciones
o
sistemas
sociales,
como
la
familia,
la
educación
y
las
relaciones
laborales,
que
se
hallan
en
un
estado
de
transformación
permanente,
obligando
a
los
individuos
a
una
readaptación
constante
no
siempre
fácil
de
realizar.
En
el
caso
de
los
varones
estos
cambios
sociales
están
incidiendo
en
el
núcleo
de
su
identidad
masculina,
ya
que
muchos
de
ellos
tocan
el
corazón
del
papel
tradicional
masculino
de
proveedor
económico,
cabeza
de
familia,
actor
del
espacio
público
y
explorador
de
nuevos
territorios.
Este
es
el
gran
reto
que
los
varones
hemos
de
asumir
en
este
nuevo
siglo
y
al
que
una
extensa
bibliografía
se
refiere
como
crisis
de
la
masculinidad.
Crisis
que
se
manifiesta
en
múltiples
ámbitos
de
la
vida
cotidiana:
así,
por
ejemplo,
en
la
esfera
pública,
las
transformaciones
en
el
mercado
laboral,
el
paro
y
la
precariedad
laboral
han
desmontado
ya
el
papel
de
principal
proveedor
económico
de
muchos
hombres;
el
impacto
mucho
mayor
del
fracaso
escolar
entre
adolescentes
masculinos
augura
a
muchos
varones
un
futuro
profesional
poco
halagüeño;
en
la
esfera
privada,
tras
las
frecuentes
rupturas
familiares
muchos
hombres
encontramos
serias
dificultades
para
ejercer
la
función
paterna
o
tendemos
a
situarnos
en
una
especie
de
limbo
acomodaticio
y
a
desvincularnos
de
las
responsabilidades
que
conlleva;
en
la
convivencia
de
pareja
tampoco
acabamos
de
saber
encontrar
un
nuevo
espacio
en
el
que
nos
sintamos
enteros,
y
deambulamos
desorientados
entre
las
exigencias
de
viejos
y
nuevos
modelos;
en
la
esfera
personal,
el
recurso
a
conductas
adictivas
de
riesgo
o
al
comportamiento
violento
predomina
entre
los
varones
en
una
especie
de
escalada
de
destrucción
y
autodestrucción.
Aunque,
por
supuesto,
todos
estos
cambios
afectan
en
la
misma
medida
a
las
mujeres,
no
lo
hacen
de
la
misma
forma,
ya
que
en
gran
parte
para
ellas
el
reto
supone
una
conquista,
una
lucha
por
conseguir
nuevos
espacios
de
expresión,
de
trabajo,
una
mayor
libertad,
unas
relaciones
más
igualitarias.
Para
los
hombres,
en
cambio,
la
única
conquista
posible
parece
ser
la
de
sí
mismos.
Y
ello
pasa
por
un
giro
coperniquiano
hacia
el
interior
que
no
suele
estar
entre
los
deseos
y
tendencias
más
consustanciales
del
varón
ni
entre
los
mandatos
culturales
predominantes.
Una
característica
de
todos
los
cambios
sociales
antes
aludidos
es
que
están
forzando
a
los
hombres
a
replegarse.
Es
decir,
no
se
trata
de
un
impulso
hacia
delante,
de
un
acto
de
conquista
de
nuevos
espacios
externos
a
los
que
los
hombres
han
dedicado
una
gran
parte
de
su
energía,
sino
más
bien
de
un
desmonte
y
una
vuelta
hacia
sí,
que
nos
deja
desorientados,
resentidos
o
inertes.
Este
es
el
reto
y
la
dificultad:
la
necesidad
de
una
reconstrucción
masculina
que
ha
de
dirigirse
no
hacia
afuera
y
hacia
delante
(algo
que
los
varones
siempre
hemos
hecho),
sino
hacia
adentro
y
hacia
atrás.
Hacia
adentro
en
el
sentido
que
ha
de
partir
de
los
propios
hombres,
del
reconocimiento
de
nuestras
necesidades,
lo
que
nos
obliga
a
volver
la
mirada
hacia
nosotros
mismos
y
a
establecer
contacto
con
las
esferas
íntimas
y
profundas
de
la
psique
masculina;
y
hacia
atrás,
en
el
sentido
de
que
se
trata
de
detenernos,
no
en
el
tiempo
ni
en
la
acción,
sino
en
nuestro
activismo
compulsivo;
una
especie
de
parar
para
poder
avanzar.
Salvador
Pánikerii
ha
acuñado
el
término
retroprogresivo,
que
puede
ser
útil
para
ilustrar
este
movimiento
que
necesita
un
contacto
con
el
origen
para
encarar
lo
nuevo,
un
coger
impulso
yendo
primero
hacia
atrás,
no
para
quedarse
en
la
nostalgia
y
el
inmovilismo,
sino
para
no
tirar
al
niño
con
el
agua
sucia
después
de
haberlo
lavado.
Ahora
bien,
este
doble
bucle,
hacia
dentro
y
hacia
atrás
para
poder
ir
hacia
adelante,
es
algo
que
no
nos
resulta
fácil
a
los
varones.
Razones
para
un
grupo
de
hombres
La
actual crisis
de la
sensibilidad
masculina
‘posmoderna’
bien pudiera
representar la
dolorosa
transición
desde el
aún vigente
pero ya
caduco modelo
de varón
individualista
a un
incierto y
todavía
inédito modelo
futuro de
varón
‘posindividualista’.
No estaríamos
así ante
una crisis
de mera
decadencia,
sino ante
una crisis
de inicio,
conmutación o
apertura,
predestinada a
inaugurar una
nueva forma,
aún por
venir, de
imprevisible
sensibilidad
masculina. (E.
Gil Calvoiii)
Ante
esta
situación
se
hace
cada
vez
más
evidente
la
necesidad
de
una
reconstrucción
de
la
masculinidad
que
sea
capaz
de
afrontar
los
nuevos
retos
a
los
que
los
hombres
nos
estamos
viendo
confrontados
por
cambios
sociales,
económicos
y
de
mentalidad
de
gran
envergadura.
Y
la
propuesta
es
hacerlo
de
una
forma
activa
que
parta
de
los
propios
hombres.
De
ahí
la
apuesta
por
constituir
grupos
de
hombres
que
comiencen
a
trabajar
sobre
sí
mismos
con
vistas
a
convertirse
en
protagonistas
de
su
propio
cambio,
desde
la
perspectiva
de
su
masculinidad,
de
su
ser
como
hombres.
Considero
que
hay
que
partir
del
reconocimiento
y
aceptación
de
la
actual
crisis
de
la
masculinidad
patriarcal,
haciendo
una
lectura
crítica
de
dicho
modelo
que
permita
discernir
lo
que
sigue
siendo
válido
de
lo
que
no,
y
siendo
conscientes
de
la
doble
dimensión
de
la
crisis:
como
decadencia
y
como
inicio,
como
muerte
y
como
nacimiento,
como
problema
y
como
oportunidad.
El
objetivo
es
un
nuevo
modelo
de
masculinidad
más
completo
y
maduro,
capaz
de
integrar
y
mantener
relaciones
paritarias
con
su
correspondiente
femenina,
sin
perder
cada
cual
su
especificidad,
y
de
impulsar
la
transformación
de
una
sociedad
aún
dominada
por
los
aspectos
más
sombríos
del
modelo
patriarcal.
Desde
esta
posición,
aporto
algunas
razones
por
las
cuales
considero
que
en
estos
momentos
los
hombres
hemos
de
reunirnos
para
(de)construir
y
(re)construir
nuestra
masculinidad.
- Hasta hace pocos años en occidente, y aún hoy día en muchos otros entornos culturales, el modelo que servía de guía para la construcción de la identidad masculina se basaba en una serie de preceptos claros y elementales: un hombre debía ser activo y tomar la iniciativa, debía ser económicamente independiente, proveedor y protector de su familia, debía ser capaz de ocupar un lugar en el espacio público, considerado como el espacio natural para su desarrollo como hombre, debía ser fuerte y trabajador y encarnar la autoridad y el coraje, controlar sus emociones y reprimir sus tendencias femeninas. Sin entrar a considerar hasta qué punto la realidad se adecuaba al modelo, ni los costes del mismo, importa constatar la existencia del modelo y la articulación de un conjunto de creencias, normas e instituciones alrededor de dicho modelo para facilitar y forzar su cumplimiento.
Hoy
en
día
muchos
componentes
del
modelo
se
hallan
en
entredicho
bien
sea
por
los
cambios
en
la
realidad
socioeconómica
(precariedad
laboral,
rupturas
familiares…),
bien
por
el
papel
de
las
mujeres
(activas
en
el
espacio
público,
económicamente
independientes…),
bien
por
la
aparición
de
nuevas
creencias
y
valores
producto
de
todo
ello
(el
hombre
metrosexual,
vulnerable…)
Desde
el
punto
de
vista
de
la
identidad
masculina,
los
grupos
de
hombres
son
necesarios
para
ayudarnos
a
construir
nuevos
referentes
masculinos.
En
gran
parte
los
hombres
construimos
nuestra
identidad
en
contacto
con
otros
hombres,
pero
cada
vez
son
menos
los
espacios
de
socialización
masculina,
por
lo
que
si
no
encontramos
modelos
reales,
construiremos
nuestra
identidad
en
base
a
referentes
ideales
o
virtuales,
o
tenderemos
a
reproducir
los
que
se
han
vuelto
obsoletos.
Por
ello
planteamos
la
necesidad
de
crear
espacios
de
encuentro
y
de
trabajo
personal,
grupal
y
social
entre
hombres
en
donde
se
tenga
en
cuenta
esta
perspectiva
de
nueva
identidad
masculina,
espacios
en
los
que
contrastarnos
y
en
los
que
construirnos
como
hombres
desde
la
consciencia.
Estas
nuevas
identidades
no
pueden
ya
basarse
en
el
modelo
patriarcal
en
crisis,
pero
aún
dominante,
sino
que
han
de
trascenderlo,
por
lo
cual,
debemos
comenzar
por
un
trabajo
exploratorio,
que
no
niegue
nuestra
herencia,
pero
que
se
proyecte
hacia
formas
nuevas
de
ser
hombre.
- La crisis del modelo patriarcal deja a muchos hombres vacíos, resentidos o desorientados. En demasiadas ocasiones esta crisis está provocando en los hombres reacciones defensivas que se manifiestan agresivamente contra las mujeres o contra sí mismos. Otros hombres se dejan llevar por una inerte pasividad, aparentemente adaptada a las nuevas exigencias del hombre gentil y vulnerable, pero que les vacía de la fuerza impulsora necesaria para afrontar los retos que la vida impone. Otros muchos se quedan instalados en el infantilismo y el narcisismo, resistiéndose a crecer y madurar como hombres, negándose a todo compromiso y responsabilidad.
Desde
el
punto
de
vista
de
la
crisis
del
patriarcado,
los
grupos
de
hombres
son
necesarios
porque
no
hay
mejor
momento
que
una
crisis
para
aprender
y
crecer.
El
diccionario
nos
define
la
palabra
crisis
como
un
“momento
decisivo
en
un
asunto
de
importancia”,
y
en
su
etimología
griega,
Krisis
significa
decisióniv.
En
idioma
chino
el
ideograma
que
representa
el
concepto
de
crisis
conlleva
la
doble
idea
de
“peligro”
y
“oportunidad”.
La
crisis
vivida
con
consciencia
nos
permite
penetrar
y
descender
a
las
capas
más
profundas
y
sombrías
de
nuestro
interior,
perforar
nuestras
corazas
para
dejar
aflorar
y
tocar
nuestras
emociones,
y
orientarnos
hacia
nuevos
valores.
Es
el
momento
para
tomar
decisiones
de
cambio
y
poner
en
marcha
mecanismos
que
nos
ayuden
a
salir
del
narcisismo
y
a
movilizarnos
en
pos
de
una
masculinidad
madura
y
responsable
que
nos
dé
la
fuerza
para
atender
los
retos
y
necesidades
de
este
mundo
complejo.
- Como hemos visto, la crisis del modelo patriarcal es uno de los efectos de un proceso de cambio social más amplio que se extiende a todos los ámbitos de la vida de las personas. Estos cambios se manifiestan a menudo en forma de conflictos que afectan a los hombres de manera diferente que a las mujeres. Es usual que los varones sintamos las pérdidas relacionadas con los aspectos que han definido la masculinidad como una afrenta a nuestra virilidad. La masculinidad parece ser una construcción precaria que depende de la existencia de una serie de condiciones. Si éstas no se dan, los hombres entramos en conflicto con nuestro propio sentido de masculinidad. Por otra parte hay conflictos que afectan especialmente a los varones o que nos afectan de una manera diferencial. Sólo hay que acudir a las estadísticas sobre fracaso escolar, prevalencia de comportamientos adictivos de riesgo, de violencia ejercida contra las mujeres o contra otros hombres.
Los
grupos
de
hombres
pueden
ayudarnos
a
afrontar
los
conflictos
motivados
por
las
inevitables
pérdidas
laborales,
económicas
y
afectivas
a
las
que
el
mundo
de
hoy
nos
expone
y
que
fácilmente
ponen
en
cuestión
nuestra
masculinidad
y
autoestima,
llevándonos
a
actitudes
violentas,
adictivas
o
de
riesgo,
o
bien
al
abandono
y
a
la
depresión.
Necesitamos
comprender
y
encontrar
respuestas
maduras
a
la
desorientación
de
nuestros
hijos
adolescentes,
a
los
que
en
muchas
ocasiones
abandonamos
a
su
suerte
y
construir
para
ellos
modelos
de
referencia
en
los
que
puedan
apoyarse.
- Para algunos autoresv, el significado de la masculinidad está en función de tres factores: a) la naturaleza de la relación entre hombres y mujeres; b) la naturaleza de la relación entre los hombres; c) la naturaleza de la relación de los hombres consigo mismos. Las relaciones entre hombres y mujeres se hallan hoy en día en un punto delicado. Muchas mujeres sufren la violencia masculina, otras muchas se refugian o se ven abocadas a la soledad, aduciendo la falta de hombres dispuestos a sostener relaciones maduras y de compromiso. Por nuestra parte, muchos varones nos sentimos confusos entre las exigencias de los viejos y los nuevos modelos, recelamos del nuevo papel adoptado por las mujeres y nos inhibimos de nuestras relaciones paternas o encontramos serias dificultades para ejercerlas. En cuanto a las relaciones entre los hombres nos debatimos entre la homosexualidad (como forma de relación o como tabú), la competitividad y la complicidad superficial. Difícilmente se encuentran espacios de relación masculina donde los hombres nos relacionemos desde el centro de nuestro ser, permitiéndonos manifestar tanto nuestras fortalezas como nuestras debilidades.
Desde
la
perspectiva
de
las
relaciones,
sólo
el
trabajo
profundo
en
el
conocimiento
de
sí
mismos
como
hombres
nos
permitirá
establecer
relaciones
más
satisfactorias,
igualitarias
y
maduras
con
mujeres
que
se
hayan
trabajado
como
mujeres.
Sólo
madurando
como
hombres
podremos
ayudar
a
nuestros
hijos
varones
a
crecer
como
hombres,
y
ofreceremos
a
nuestras
hijas
una
imagen
masculina
positiva
que
les
guíe
en
sus
relaciones
con
los
hombres.
Las
relaciones
de
hombre
a
hombre
muy
a
menudo
se
articulan
alrededor
del
trabajo
y
se
basan
en
el
poder
y
la
competitividad,
impidiéndonos
otras
formas
de
relación
entre
hombres
y
abordar
desde
la
sinceridad
temas
como
la
paternidad,
la
homosexualidad
o
la
relación
con
las
mujeres
que
deben
encontrar
un
tratamiento
masculino.
- Ahora bien, ¿por qué grupos de hombres? ¿Acaso todo ello no puede abordarse y trabajarse desde grupos mixtos? Por supuesto que sí, pero considero que en este momento los hombres tenemos un trabajo específico que hacer que pasa por un encuentro con nosotros mismos desde la perspectiva de la masculinidad y de la consciencia. Un grupo de trabajo de hombres facilita disolver las barreras de contacto con otros hombres y generar una energía específicamente masculina. A partir de ahí es más fácil reconocernos en nuestras fortalezas y debilidades y abrir el corazón a otros hombres, algo especialmente difícil para nosotros y necesario para reconstruir nuestra masculinidad.
Un
grupo
de
hombres
con
hombres
puede
ayudarnos
a
mostrarnos
tal
como
somos
y
a
abrir
nuestro
corazón
a
otros
hombres,
a
intimar
y
a
confiar
en
hombres.
Estamos
necesitados
de
amistad
y
complicidad
masculina,
y
en
un
grupo
sólo
de
hombres
se
crea
una
intimidad
y
solidaridad
masculina
difícil
de
conseguir
en
grupos
mixtos.
Permitirnos
descubrir
y
compartir
nuestras
heridas
masculinas
con
otros
hombres
nos
alivia,
nos
hace
más
universales
y
nos
ayuda
a
curarlas,
dándonos
la
fuerza
y
el
coraje
para
llevar
a
cabo
una
de
las
tareas
más
importantes
que
tenemos
como
hombres:
(re)construirnos
a
nosotros
mismos.
Qué
clase
de
grupos
de
hombres
Quizás
hoy, más
que nunca,
el varón
duerma
profundamente.
Dormido o
en duermevela,
vive en
un estado
penumbral,
sumido en
la mayor
confusión
posible en
todo lo
que se
refiera a
su identidad.
(Benigno
Morillavi)
Los
estudios
sobre
masculinidad
y
el
trabajo
en
grupos
de
hombres
proliferan
desde
hace
ya
algunos
años,
aunque
socialmente
siguen
siendo
una
opción
muy
minoritaria.
Muchas
de
estas
iniciativas
y
grupos
se
basan
en
un
trabajo
orientado
a
fomentar
la
igualdad
entre
hombres
y
mujeres
o
se
enfocan
en
los
aspectos
más
problemáticos
de
la
masculinidad,
como
la
violencia.
Reconociendo
el
importante
papel
de
sensibilización
social
que
juegan
estos
grupos,
considero
que
es
necesario
trabajar
desde
un
marco
más
amplio.
La
crisis
de
la
masculinidad
tradicional
no
sólo
afecta
a
las
relaciones
de
género,
sino
a
toda
la
esfera
relacional
y
social
de
los
hombres:
obviamente
con
las
mujeres,
pero
también
con
los
hijos,
con
otros
hombres,
con
el
entorno
laboral…
y,
especialmente,
consigo
mismos.
Es
evidente
que
el
modelo
patriarcal
está
en
crisis
y
que
estamos
ya
inmersos
en
un
cambio
de
modelo,
en
una
transición.
Como
en
todo
período
de
transición,
conviven
viejas
y
nuevas
posturas
y
posicionamientos.
Muchos
hombres
se
hallan
todavía
bajo
el
influjo
del
modelo
patriarcal,
pero
hay
muchos
otros
que
ya
no
se
encuentran
bajo
su
dominio.
Con
más
o
menos
contradicciones,
con
más
o
menos
conciencia
sobre
el
cambio
efectuado,
muchos
hombres
están
ya
al
otro
lado
de
la
barrera,
y
se
platean
relaciones
igualitarias
con
la
mujeres,
asumen
una
paternidad
responsable,
exploran
su
mundo
emocional
y
están
abiertos
a
los
múltiples
cambios
personales
que
supone
el
nuevo
estatus
emergente.
Pero
en
general,
el
trabajo
realizado
por
estos
hombres
ha
sido
un
trabajo
individual,
poco
contrastado
y
elaborado
colectivamente.
A
veces
implica
el
abandono
de
determinadas
actitudes
y
comportamientos
que
se
consideran
negativos
y
su
sustitución
por
los
contrarios,
con
el
peligro
citado
de
tirar
al
bebé
junto
con
el
agua
sucia.
Es
a
estos
hombres
a
los
que
considero
que
se
ha
de
dirigir,
fundamentalmente,
el
trabajo
que
aquí
propongo.
Hombres
que
ya
no
se
sienten
identificados
con
el
modelo
patriarcal,
pero
a
duras
penas
han
construido
uno
nuevo
que
se
cimiente
sobre
unas
bases
sólidas
de
autoanálisis,
de
trabajo
sobre
sí
en
conjunción
con
otros
hombres
que
les
permita
explorar
a
pecho
descubierto
sus
logros
y
limitaciones,
compartir
el
desconcierto,
las
perdidas
y
ganancias,
de
forma
que
se
pueda
asumir
el
reto
de
construir
una
nueva
masculinidad
más
firme,
consciente
y
compartida.
Propongo
un
trabajo
en
grupo
que
se
base
en
la
exploración
y
en
la
vivencia.
Los
hombres
somos
excesivamente
proclives
a
la
racionalización
normativa,
por
lo
que
no
parece
oportuno
avanzar
hacia
una
nueva
identidad
masculina
partiendo
de
grupos
de
debate
y
reflexión
que
tan
sólo
afecten
a
nuestra
mente
racional.
Sin
tampoco
descartarla,
necesitamos
reconocer
nuestras
heridas
y
tocar
nuestras
emociones,
lo
cual
sólo
puede
hacerse
en
espacios
que
fomenten
un
trabajo
que
contemple
las
distintas
dimensiones
del
ser
humano,
especialmente
aquellas
más
reprimidas
por
nuestra
sociedad,
como
son
las
dimensiones
emocional
y
espiritual.
Ello
exige
un
tipo
de
trabajo
vivencial
que
nos
impulse
a
traspasar
las
fronteras
de
lo
racional,
que
tan
cómodas
nos
resultan
a
los
hombres.
Este
trabajo
no
pretende
tanto
definir
la
masculinidad
como
exponerla,
explorarla
y
compartirla
en
un
entorno
de
por
sí
masculino.
El
reto
es
(re)construirnos
en
un
proceso
continuo
de
reconocimiento-deconstrucción-reconstrucción
que
no
parta
de
apriorismos
sobre
la
condición
masculina,
sino
de
reconocer
cómo
soy
y
plantearme
cómo
quiero
ser.
Ello
pasa
inevitablemente
por
afrontar
las
luces
y
las
sombras,
los
aspectos
positivos
y
negativos
de
mi
ser
perteneciente
al
género
masculino
aquí
y
ahora
y
hacer
una
elección
basada
en
el
autoconocimiento.
El
trabajo
propuesto
tiene
que
ver
con
la
consciencia,
con
poner
luz
en
la
oscuridad,
de
forma
que
podamos
apropiarnos
y
responsabilizarnos
de
aquello
que
nos
corresponde,
en
primer
lugar,
como
seres
humanos
y,
en
segundo
lugar,
como
hombres.
He
aquí
los
principios
desde
los
que
parte
y
a
los
que
aspira
el
trabajo
sobre
la
masculinidad
que
propongo:
- Nos reconocemos ante todo seres humanos, y nos identificamos como hombres, como seres humanos de sexo masculino.
- Los hombres, los varones, representamos la mitad del genero humano, la otra mitad la representan la mujeres. Nos situamos en un plano de igualdad, pero reconociendo las diferencias. Igualdad que es a la vez un punto de partida y una aspiración.
- Reconocemos el peso cultural de siglos de dominio masculino en la esfera pública y de las relaciones de género, pero como hombres individuales, aquí y ahora, ya no nos sentimos identificados con dicho dominio. Desde una posición crítica con el pasado, miramos hacia el futuro, situándonos: a favor de la igualdad de oportunidades y derechos entre los hombres y las mujeres y a favor del reconocimiento de las diferencias, a favor de la cooperación y de la singularidad, a favor de la libertad personal y de la solidaridad colectiva.
- Reconocemos la cuádruple dimensión del ser humano: física, emocional, mental (racional) y espiritual, y la necesidad de su cultivo y crecimiento equilibrado.
- Reconocemos la complejidad del mundo actual y de la mente y conciencia humana y partimos del carácter polar (no dual) de la existencia en el plano humano, consideramos que toda realidad humana se manifiesta en un continuum entre dos polos.
- Reconocemos y valoramos la necesidad humana de utopía, la legítima aspiración a un mundo mejor, más consciente, saludable y equilibrado.
- Nuestra aspiración es construirnos como individuos completos, complejos y maduros de sexo masculino, capaces de aceptar nuestra luz y nuestra oscuridad, empeñados en ampliar nuestros límites y nuestra conciencia.
- Aspiramos a una construcción individual, grupal y social que reconozca e integre las polaridades y que pueda aceptar la paradoja.
- Somos conscientes de que lograr estas aspiraciones requiere esfuerzo y trabajo.
- Trabajamos por y desde la responsabilidad y el compromiso en las esferas pública y privada de nuestra vida, por convertirnos en protagonistas de nuestra construcción como seres humanos y como hombres.
- Consideramos que ese trabajo tiene un triple componente: personal, grupal y social. Consideramos necesario un trabajo individual de reconocimiento, conocimiento, aceptación y transformación de la propia psique y de sus condicionamientos culturales; un trabajo grupal de construcción de identidades, juego de contrastes y elaboración de metas comunes; y un trabajo social de sensibilización y de acción colectiva que trascienda lo individual y grupal.
- Consideramos que una parte importante de este trabajo nos corresponde hacerlo en espacios propios de hombres para hombres. Lo consideramos un paso necesario para lograr una relación equilibrada y madura con las mujeres y con el mundo en general.
- Reconocemos el camino recorrido por las mujeres en pos de la igualdad y de una mayor conciencia humana, las invitamos a colaborar con nosotros en nuestra construcción como hombres y nos ofrecemos a colaborar con ellas en su construcción como mujeres.
Beneficios
que
podemos
esperar
Va
siendo hora
de elogiar
las virtudes
masculinas que
no se
adquieren ni
pasiva ni
fácilmente,
sino que
se obtienen
a base
de esfuerzo
y de
exigencia.
(Elisabeth Badintervii)
¿Cuáles
son
los
beneficios
que
nos
puede
aportar
este
trabajo?
Ya
hemos
visto
muchos
de
ellos
al
exponer
las
razones
para
un
grupo
de
hombres,
pero
centrándonos
en
los
tres
factores
antes
citados
a
partir
de
los
cuales
se
construye
la
significación
masculina,
se
puede
decir
que
el
trabajo
sobre
la
masculinidad
aquí
propuesto
ayuda
a
los
hombres
a
redefinir
nuestra
relación
con
las
mujeres
desde
una
posición
más
firme,
responsable
y
consciente;
nos
ayuda
a
relacionarnos
entre
nosotros
favoreciendo
espacios
de
mayor
intimidad,
y
a
reconocernos
en
nuestras
similitudes
y
diferencias
en
un
espacio
no
competitivo;
y
nos
ayuda
en
la
relación
con
uno
mismo
al
permitirnos
ampliar
las
fronteras
de
nuestra
conciencia
y
profundizar
en
aquellos
aspectos
a
los
que
generalmente
nos
cuesta
acceder.
De
todas
formas,
el
mayor
beneficio
vendrá
del
propio
hecho
de
ponernos
en
acción,
aplicando
nuestro
esfuerzo
a
nuestro
propio
crecimiento
como
seres
humanos.
Así
lo
constato
en
los
grupos
de
hombres
con
los
que
he
trabajado
durante
los
últimos
años,
confirmándonos
el
efecto
saludable
de
este
trabajo
para
todos
los
participantes
y
animándonos
a
continuar
en
la
línea
de
reconstruir
nuestra
masculinidad
desde
la
consciencia.
Como
hombres
tenemos
la
responsabilidad
de
construir
una
nueva
masculinidad
más
nutritiva
para
con
nosotros
mismos,
para
con
las
mujeres
y
para
con
la
sociedad
en
su
conjunto.
Ahora
es
el
momento
de
hacerlo.
Raúl
Martínez
Ibars
i
Meler, Irene (2000): La masculinidad.
Diversidad y similitudes
entre los grupos humanos.
En “Varones. Género y subjetividad masculina”. Paidós. Buenos
Aires.
ii
Pániker, Salvador (1987): Ensayos retroprogresivos.
Kairós. Barcelona.
iii
Gil Calvo, Enrique (1997): El nuevo sexo
débil. Los dilemas del
varón posmoderno. Temas
de hoy.
Madrid.
iv
Corominas, Joan (2000): Breve diccionario
etimológico de la lengua
castellana. Gredos. Madrid
v
Levinson,
D.J.,
Darrow,
C.,
Klein,
E.B.,
Levinson,
M.H.,
y
McKee,
B.
(1978):
The
seasons
of
mans
life.
New York.
Ballantine. Citado
por Juan
Luis Alvarez-Gayou
Jurgenson
vi
Morilla, Benigno (2001): El valor de
ser hombre. Historia
oculta de la masculinidad.
Oberón. Madrid.
vii
Badinter, Elisabeth (1993): XY. La identidad
masculina. Alianza Editorial. Madrid.
dilluns, 15 d’abril del 2013
La dignidad de ser hombre
Los roles y
valores que nuestra cultura ha venido asignando a la mujer y al hombre ya no
son válidos. ¿Desde dónde somos hombres? ¿Cual es el sentido de nuestra
masculinidad? ¿Cuales son los valores que han orientado y que orientan la
masculinidad individual y colectiva?
Muchos hombres tienen la sensación de no haber tenido un modelo masculino
suficiente. El escritor y activista Robert Bly ya lo mencionaba en su libro
“Iron John: una nueva visión de la masculinidad” hace más de veinte años. Esta
sensación provoca una cierta desorientación y una difícil respuesta a la
pregunta de qué es la masculinidad hoy en día.
¿Cómo aprendemos a ser hombres? Nos criamos en un entorno femenino, pero no
hay un momento en el que pasamos a formar parte del mundo masculino con la
ayuda de otros hombres y de nuestro propio padre. Qué sería distinto si los
niños hiciéramos algún ritual, como siguen haciendo algunas tribus indígenas,
adaptado a nuestra sociedad para determinar la entrada al mundo de los hombres
y aprender de su forma de ser, con el consecuente compromiso de su parte de
participar más intensamente en nuestra educación.
Es cierto que hasta el presente nuestros padres han estado muy ocupados en
proveer a la familia y eso ha limitado el tiempo que han compartido con
nosotros. Tal vez este hecho ha dificultado una parte de nuestros aprendizajes,
y ahora no sabemos muy bien como actuar delante de situaciones dispares, con
nuestros hijos, en la competencia con otros hombres, en la relación de pareja,
en la toma de decisiones o delante de las perdidas. Sólo son algunos ejemplos,
aquí cada hombre puede añadir sus situaciones importantes y plantearse cómo han
influido los modelos masculinos o la ausencia de ellos en su vida.
En cualquiera de esas situaciones vivimos emociones, y este es el otro gran
tema que aparece en los encuentros de hombres en los trabajamos la búsqueda de
la masculinidad contemporánea de una forma experiencial. A menudo respondemos a
cómo nos manejamos con las emociones con un “como podemos”. Si las mostramos
podemos recibir juicios delante de los cuales no sabemos como responder.
El no mostrar las emociones se convierte en un hábito que nos hace perder
la consciencia de lo que sentimos. Cuando esto ocurre no sabemos cuales son
nuestras necesidades y eso implica, a la larga, pagar un precio que puede ser
la insatisfacción, la infelicidad u otros estados similares. Por este motivo
incluimos en los encuentros trabajos con la ternura y la agresividad.
Está claro que sentimos ternura en muchas situaciones, pero nos
desorientamos cuando los demás lo perciben. Parece que el aprendizaje es que
los hombres no muestran eso salvo en contadas ocasiones y en muchas de ellas
sólo a las mujeres. Con ellas es más fácil porqué en general es de la madre de
quien la hemos recibido y aprendido. Cuando mostramos y compartimos la ternura con
otros hombres, sentimos cercanía, comprensión, pertenencia, una gran dosis de
descanso y la prueba de lo bien que sienta mostrar emociones y desatender a los
posibles juicios hechos por otro hombre, con el resultado final de sentirnos
más libres y auténticos.
Cuando trabajamos con la agresividad, entendemos que es el motor que nos
lleva a la fuerza, al dinamismo, a la creatividad, a la determinación, a la
audacia, al atrevimiento, a poner límites… podríamos seguir poniendo ejemplos
en positivo. Es importante diferenciar esta definición de la que también viene
en el diccionario y que tiene que ver con la tendencia a la violencia. Es
importante hablar de agresividad porque desde pequeños escuchamos “los niños
son agresivos” y sí, es cierto, pero ¿quién dice que eso sea negativo?.
Químicamente hablando, la testosterona, que producimos en muchísima más
cantidad que las mujeres, conlleva agresividad. Entonces, aceptémoslo y
mandemos mensajes positivos sobre este hecho natural y biológico a nuestros
hijos.
Es interesante trabajar con estas dos emociones entre hombres: nos sentimos
más libres, más claros, entendemos mejor nuestras reacciones, comprendemos que
mostrar la ternura y sentir la agresividad es algo que nos libera. Dejando
claro que nos reconocemos en la agresividad y no en la violencia, aunque a base
de reprimir esa agresividad positiva, a veces, nos ponemos violentos.
Para mi la masculinidad contemporánea implica mostrarse desde lo emocional,
decidir qué quiero dejar como legado de mi paso por el mundo y seguir
planteándome e investigando como quiero ser como hombre, dándome el permiso
para cambiar de opinión y teniendo claro en cada momento o época de mi vida
cual es mi respuesta a cualquier input de mi entorno, y todo esto siendo fiel a
mis valores.
Xavier Florensa
dimarts, 2 d’abril del 2013
Porqué la dignidad de ser hombres
Según
la declaración Universal de los Derechos Humanos, “Todos
los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y,
dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse
fraternalmente los unos con los otros”. La dignidad hace referencia
al valor inherente, que no depende de otras condiciones que las de
ser propiamente humano.
¿Acaso
los varones de la sociedad occidental actual sienten que son
portadores de este valor inherente o, por el contrario, se ven
zarandeados por un imaginario social y personal que les resta valor
intrínseco? Si durante milenios las mujeres han sido objeto de
opiniones y prácticas que atentaban contra su dignidad y han debido
luchar duramente para restituirla, hoy parecería que una cierta
corriente principal de pensamiento, en su afán por derribar las
perniciosas consecuencias del poder patriarcal, estuvieran poniendo
en tela de juicio la propia dignidad de los varones, lo que amenaza
con tirar al niño junto con el agua sucia.
Si
desde el punto de vista ontológico la dignidad es inherente al
propio ser humano, en la práctica social y personal ésta se
construye o se destruye, afectando al íntimo sentir de las personas
sobre su propio valor.
“Otro
aspecto del taller ha sido reconocer mi masculinidad como algo que no
es malo en sí mismo. Hasta ahora tenía una idea de la masculinidad
como algo negativo a matar”. Esta cita de un participante en un
taller de hombres expresa con claridad meridiana a lo que nos
referimos. Muchos hombres hoy se avergüenzan de ser hombres, otros
no comprenden qué se espera de ellos, para otros ciertos aspectos de
su ser hombres son considerados con desconfianza.
Nuestra
propuesta desde este blog es ayudarnos a construirnos como hombres
dignos de serlo, dotados de razón y conciencia, como hombres
capaces de reconocer sus luces y sus sombras y amarse a sí mismos,
condición necesaria para poder amar a las demás personas y
comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Raúl Martínez Ibars
Raúl Martínez Ibars
La dignitat de ser homes?
Buscant nom per aquest blog i per
tallers proposats va sorgir aquest de “La dignitat de ser homes”,
quelcom que sembla obvi, com la de dones, animals..., la de l' ésser.
En canvi em fa sentir incòmode sotasignar-ho, no puc sinó percebre
que l'estic reclamant i exigint, i cóm pot ser això si és inherent
en mi pel fet de ser. I sí, la sento en mi com a ésser, però cóm
a home...? I no m'amago del fet de ser home, no em sento de menys,
però sí sento que no és moment de reclamar la nostra dignitat, no
quan encara puc veure els beneficis que en trec del fet de ser home,
quan encara no he estat capaç de renunciar a aquest lloc de poder,
quan encara l'orgull em fa sentir incapaç de perdonar-me en lloc de
demanar perdó. Crec que és moment d'observar què és el que em
manca com a ésser i que m'ha negat el fet de ser home, el que la
societat patriarcal m'ha près, el contactar, reconèixer i abraçar
el nen ferit que viu en mi, al que sí puc reconèixer com a víctima
i que m'apropa a totes les víctimes del patriarcat, aquest nen que
sí que mereix i és digne de ser, el que m'ha portat a creure que hi
ha un camí comú, un camí que com a homes tenim el dret de fer, un
camí que ens uneix, que ens apropa i que ens pot fer destronar el
lloc on ens ha colocat el patriarcat, aquest lloc que a mi
m'incomode, que em fa sentir indigne i que m'aparta del meu ser. Això
si que em fa sentir home, el sentiment que és un camí el de la
dignitat de ser home, que es construeix desde la mirada interior,
desde reconèixe'ns vulnerables, desde viure el que ens han près i
que ens ha apartat durant tants anys de la nostra essència humana.
Xavi Palou Estany
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