dimarts, 30 d’abril del 2013

1a Sessió grup d´homes

Cinc homes=2+3, el pare de cadascú i el pare de tots. Què he tingut jo amb el meu pare? Què tinc ara amb ell? Què puc tenir ara en endavant? Fotos, imatges, records, biografies. Desitjos, projectes, il·lusions, de petit a gran. Primer dia de la resta de la nostra vida d'homes dignes en companyia. Tots els trajectes comencen sempre amb una primera passa.

Xavier Gimeno

divendres, 19 d’abril del 2013

dimarts, 16 d’abril del 2013

GRUPOS DE HOMBRES, UNA NECESIDAD DE NUESTRO TIEMPO



Existe coincidencia acerca de que la identidad masculina debe ser objeto de una cuidadosa construcción(Irene Meler) i


Los hombres confrontados al cambio


Decir que vivimos una época de grandes transformaciones es una obviedad. Nunca como ahora se han acumulado tantos cambios de todo tipo en tan poco tiempo, y su velocidad no parece reducirse, sino más bien acelerarse.

De entre todos los cambios que se producen en el mundo actual uno de los más significativos en el ámbito de las relaciones sociales es el que tiene lugar entre los roles de género masculino-femenino. Es incuestionable que las mujeres iniciaron hace ya más de un siglo, especialmente en el área occidental, un enérgico proceso de transformación de los papeles tradicionales que se otorgaban a mujeres y hombres por el mero hecho de serlo. Este proceso, que podríamos llamar de conquista, ha impulsado a las mujeres a reivindicar y luchar por un lugar propio en el espacio que anteriormente era de exclusividad masculina: el espacio público.

El acceso al mercado laboral, a la independencia económica y al control sobre el propio cuerpo de muchas mujeres han tendido a una equiparación entre los roles desempeñados por unas y otros y a un mayor equilibrio en el reparto del poder de la esfera pública, hasta hace bien poco dominio exclusivo del varón.

Desde una perspectiva más amplia, ese impulso femenino se enmarca en una sociedad técnico-industrial-urbana que ha afectado a muchas otras instituciones o sistemas sociales, como la familia, la educación y las relaciones laborales, que se hallan en un estado de transformación permanente, obligando a los individuos a una readaptación constante no siempre fácil de realizar.

En el caso de los varones estos cambios sociales están incidiendo en el núcleo de su identidad masculina, ya que muchos de ellos tocan el corazón del papel tradicional masculino de proveedor económico, cabeza de familia, actor del espacio público y explorador de nuevos territorios. Este es el gran reto que los varones hemos de asumir en este nuevo siglo y al que una extensa bibliografía se refiere como crisis de la masculinidad. Crisis que se manifiesta en múltiples ámbitos de la vida cotidiana: así, por ejemplo, en la esfera pública, las transformaciones en el mercado laboral, el paro y la precariedad laboral han desmontado ya el papel de principal proveedor económico de muchos hombres; el impacto mucho mayor del fracaso escolar entre adolescentes masculinos augura a muchos varones un futuro profesional poco halagüeño; en la esfera privada, tras las frecuentes rupturas familiares muchos hombres encontramos serias dificultades para ejercer la función paterna o tendemos a situarnos en una especie de limbo acomodaticio y a desvincularnos de las responsabilidades que conlleva; en la convivencia de pareja tampoco acabamos de saber encontrar un nuevo espacio en el que nos sintamos enteros, y deambulamos desorientados entre las exigencias de viejos y nuevos modelos; en la esfera personal, el recurso a conductas adictivas de riesgo o al comportamiento violento predomina entre los varones en una especie de escalada de destrucción y autodestrucción.

Aunque, por supuesto, todos estos cambios afectan en la misma medida a las mujeres, no lo hacen de la misma forma, ya que en gran parte para ellas el reto supone una conquista, una lucha por conseguir nuevos espacios de expresión, de trabajo, una mayor libertad, unas relaciones más igualitarias. Para los hombres, en cambio, la única conquista posible parece ser la de sí mismos. Y ello pasa por un giro coperniquiano hacia el interior que no suele estar entre los deseos y tendencias más consustanciales del varón ni entre los mandatos culturales predominantes. Una característica de todos los cambios sociales antes aludidos es que están forzando a los hombres a replegarse. Es decir, no se trata de un impulso hacia delante, de un acto de conquista de nuevos espacios externos a los que los hombres han dedicado una gran parte de su energía, sino más bien de un desmonte y una vuelta hacia sí, que nos deja desorientados, resentidos o inertes.

Este es el reto y la dificultad: la necesidad de una reconstrucción masculina que ha de dirigirse no hacia afuera y hacia delante (algo que los varones siempre hemos hecho), sino hacia adentro y hacia atrás. Hacia adentro en el sentido que ha de partir de los propios hombres, del reconocimiento de nuestras necesidades, lo que nos obliga a volver la mirada hacia nosotros mismos y a establecer contacto con las esferas íntimas y profundas de la psique masculina; y hacia atrás, en el sentido de que se trata de detenernos, no en el tiempo ni en la acción, sino en nuestro activismo compulsivo; una especie de parar para poder avanzar. Salvador Pánikerii ha acuñado el término retroprogresivo, que puede ser útil para ilustrar este movimiento que necesita un contacto con el origen para encarar lo nuevo, un coger impulso yendo primero hacia atrás, no para quedarse en la nostalgia y el inmovilismo, sino para no tirar al niño con el agua sucia después de haberlo lavado. Ahora bien, este doble bucle, hacia dentro y hacia atrás para poder ir hacia adelante, es algo que no nos resulta fácil a los varones.



Razones para un grupo de hombres

La actual crisis de la sensibilidad masculinaposmodernabien pudiera representar la dolorosa transición desde el aún vigente pero ya caduco modelo de varón individualista a un incierto y todavía inédito modelo futuro de varónposindividualista. No estaríamos así ante una crisis de mera decadencia, sino ante una crisis de inicio, conmutación o apertura, predestinada a inaugurar una nueva forma, aún por venir, de imprevisible sensibilidad masculina. (E. Gil Calvoiii)

Ante esta situación se hace cada vez más evidente la necesidad de una reconstrucción de la masculinidad que sea capaz de afrontar los nuevos retos a los que los hombres nos estamos viendo confrontados por cambios sociales, económicos y de mentalidad de gran envergadura. Y la propuesta es hacerlo de una forma activa que parta de los propios hombres. De ahí la apuesta por constituir grupos de hombres que comiencen a trabajar sobre sí mismos con vistas a convertirse en protagonistas de su propio cambio, desde la perspectiva de su masculinidad, de su ser como hombres. Considero que hay que partir del reconocimiento y aceptación de la actual crisis de la masculinidad patriarcal, haciendo una lectura crítica de dicho modelo que permita discernir lo que sigue siendo válido de lo que no, y siendo conscientes de la doble dimensión de la crisis: como decadencia y como inicio, como muerte y como nacimiento, como problema y como oportunidad. El objetivo es un nuevo modelo de masculinidad más completo y maduro, capaz de integrar y mantener relaciones paritarias con su correspondiente femenina, sin perder cada cual su especificidad, y de impulsar la transformación de una sociedad aún dominada por los aspectos más sombríos del modelo patriarcal.
Desde esta posición, aporto algunas razones por las cuales considero que en estos momentos los hombres hemos de reunirnos para (de)construir y (re)construir nuestra masculinidad.

  1. Hasta hace pocos años en occidente, y aún hoy día en muchos otros entornos culturales, el modelo que servía de guía para la construcción de la identidad masculina se basaba en una serie de preceptos claros y elementales: un hombre debía ser activo y tomar la iniciativa, debía ser económicamente independiente, proveedor y protector de su familia, debía ser capaz de ocupar un lugar en el espacio público, considerado como el espacio natural para su desarrollo como hombre, debía ser fuerte y trabajador y encarnar la autoridad y el coraje, controlar sus emociones y reprimir sus tendencias femeninas. Sin entrar a considerar hasta qué punto la realidad se adecuaba al modelo, ni los costes del mismo, importa constatar la existencia del modelo y la articulación de un conjunto de creencias, normas e instituciones alrededor de dicho modelo para facilitar y forzar su cumplimiento.

Hoy en día muchos componentes del modelo se hallan en entredicho bien sea por los cambios en la realidad socioeconómica (precariedad laboral, rupturas familiares…), bien por el papel de las mujeres (activas en el espacio público, económicamente independientes…), bien por la aparición de nuevas creencias y valores producto de todo ello (el hombre metrosexual, vulnerable…)

Desde el punto de vista de la identidad masculina, los grupos de hombres son necesarios para ayudarnos a construir nuevos referentes masculinos. En gran parte los hombres construimos nuestra identidad en contacto con otros hombres, pero cada vez son menos los espacios de socialización masculina, por lo que si no encontramos modelos reales, construiremos nuestra identidad en base a referentes ideales o virtuales, o tenderemos a reproducir los que se han vuelto obsoletos. Por ello planteamos la necesidad de crear espacios de encuentro y de trabajo personal, grupal y social entre hombres en donde se tenga en cuenta esta perspectiva de nueva identidad masculina, espacios en los que contrastarnos y en los que construirnos como hombres desde la consciencia. Estas nuevas identidades no pueden ya basarse en el modelo patriarcal en crisis, pero aún dominante, sino que han de trascenderlo, por lo cual, debemos comenzar por un trabajo exploratorio, que no niegue nuestra herencia, pero que se proyecte hacia formas nuevas de ser hombre.

  1. La crisis del modelo patriarcal deja a muchos hombres vacíos, resentidos o desorientados. En demasiadas ocasiones esta crisis está provocando en los hombres reacciones defensivas que se manifiestan agresivamente contra las mujeres o contra sí mismos. Otros hombres se dejan llevar por una inerte pasividad, aparentemente adaptada a las nuevas exigencias del hombre gentil y vulnerable, pero que les vacía de la fuerza impulsora necesaria para afrontar los retos que la vida impone. Otros muchos se quedan instalados en el infantilismo y el narcisismo, resistiéndose a crecer y madurar como hombres, negándose a todo compromiso y responsabilidad.

Desde el punto de vista de la crisis del patriarcado, los grupos de hombres son necesarios porque no hay mejor momento que una crisis para aprender y crecer. El diccionario nos define la palabra crisis como un “momento decisivo en un asunto de importancia”, y en su etimología griega, Krisis significa decisióniv. En idioma chino el ideograma que representa el concepto de crisis conlleva la doble idea de “peligro” y “oportunidad”. La crisis vivida con consciencia nos permite penetrar y descender a las capas más profundas y sombrías de nuestro interior, perforar nuestras corazas para dejar aflorar y tocar nuestras emociones, y orientarnos hacia nuevos valores. Es el momento para tomar decisiones de cambio y poner en marcha mecanismos que nos ayuden a salir del narcisismo y a movilizarnos en pos de una masculinidad madura y responsable que nos dé la fuerza para atender los retos y necesidades de este mundo complejo.

  1. Como hemos visto, la crisis del modelo patriarcal es uno de los efectos de un proceso de cambio social más amplio que se extiende a todos los ámbitos de la vida de las personas. Estos cambios se manifiestan a menudo en forma de conflictos que afectan a los hombres de manera diferente que a las mujeres. Es usual que los varones sintamos las pérdidas relacionadas con los aspectos que han definido la masculinidad como una afrenta a nuestra virilidad. La masculinidad parece ser una construcción precaria que depende de la existencia de una serie de condiciones. Si éstas no se dan, los hombres entramos en conflicto con nuestro propio sentido de masculinidad. Por otra parte hay conflictos que afectan especialmente a los varones o que nos afectan de una manera diferencial. Sólo hay que acudir a las estadísticas sobre fracaso escolar, prevalencia de comportamientos adictivos de riesgo, de violencia ejercida contra las mujeres o contra otros hombres.

Los grupos de hombres pueden ayudarnos a afrontar los conflictos motivados por las inevitables pérdidas laborales, económicas y afectivas a las que el mundo de hoy nos expone y que fácilmente ponen en cuestión nuestra masculinidad y autoestima, llevándonos a actitudes violentas, adictivas o de riesgo, o bien al abandono y a la depresión. Necesitamos comprender y encontrar respuestas maduras a la desorientación de nuestros hijos adolescentes, a los que en muchas ocasiones abandonamos a su suerte y construir para ellos modelos de referencia en los que puedan apoyarse.

  1. Para algunos autoresv, el significado de la masculinidad está en función de tres factores: a) la naturaleza de la relación entre hombres y mujeres; b) la naturaleza de la relación entre los hombres; c) la naturaleza de la relación de los hombres consigo mismos. Las relaciones entre hombres y mujeres se hallan hoy en día en un punto delicado. Muchas mujeres sufren la violencia masculina, otras muchas se refugian o se ven abocadas a la soledad, aduciendo la falta de hombres dispuestos a sostener relaciones maduras y de compromiso. Por nuestra parte, muchos varones nos sentimos confusos entre las exigencias de los viejos y los nuevos modelos, recelamos del nuevo papel adoptado por las mujeres y nos inhibimos de nuestras relaciones paternas o encontramos serias dificultades para ejercerlas. En cuanto a las relaciones entre los hombres nos debatimos entre la homosexualidad (como forma de relación o como tabú), la competitividad y la complicidad superficial. Difícilmente se encuentran espacios de relación masculina donde los hombres nos relacionemos desde el centro de nuestro ser, permitiéndonos manifestar tanto nuestras fortalezas como nuestras debilidades.

Desde la perspectiva de las relaciones, sólo el trabajo profundo en el conocimiento de sí mismos como hombres nos permitirá establecer relaciones más satisfactorias, igualitarias y maduras con mujeres que se hayan trabajado como mujeres. Sólo madurando como hombres podremos ayudar a nuestros hijos varones a crecer como hombres, y ofreceremos a nuestras hijas una imagen masculina positiva que les guíe en sus relaciones con los hombres. Las relaciones de hombre a hombre muy a menudo se articulan alrededor del trabajo y se basan en el poder y la competitividad, impidiéndonos otras formas de relación entre hombres y abordar desde la sinceridad temas como la paternidad, la homosexualidad o la relación con las mujeres que deben encontrar un tratamiento masculino.

  1. Ahora bien, ¿por qué grupos de hombres? ¿Acaso todo ello no puede abordarse y trabajarse desde grupos mixtos? Por supuesto que sí, pero considero que en este momento los hombres tenemos un trabajo específico que hacer que pasa por un encuentro con nosotros mismos desde la perspectiva de la masculinidad y de la consciencia. Un grupo de trabajo de hombres facilita disolver las barreras de contacto con otros hombres y generar una energía específicamente masculina. A partir de ahí es más fácil reconocernos en nuestras fortalezas y debilidades y abrir el corazón a otros hombres, algo especialmente difícil para nosotros y necesario para reconstruir nuestra masculinidad.

Un grupo de hombres con hombres puede ayudarnos a mostrarnos tal como somos y a abrir nuestro corazón a otros hombres, a intimar y a confiar en hombres. Estamos necesitados de amistad y complicidad masculina, y en un grupo sólo de hombres se crea una intimidad y solidaridad masculina difícil de conseguir en grupos mixtos. Permitirnos descubrir y compartir nuestras heridas masculinas con otros hombres nos alivia, nos hace más universales y nos ayuda a curarlas, dándonos la fuerza y el coraje para llevar a cabo una de las tareas más importantes que tenemos como hombres: (re)construirnos a nosotros mismos.



Qué clase de grupos de hombres


Quizás hoy, más que nunca, el varón duerma profundamente. Dormido o en duermevela, vive en un estado penumbral, sumido en la mayor confusión posible en todo lo que se refiera a su identidad. (Benigno Morillavi)

Los estudios sobre masculinidad y el trabajo en grupos de hombres proliferan desde hace ya algunos años, aunque socialmente siguen siendo una opción muy minoritaria. Muchas de estas iniciativas y grupos se basan en un trabajo orientado a fomentar la igualdad entre hombres y mujeres o se enfocan en los aspectos más problemáticos de la masculinidad, como la violencia. Reconociendo el importante papel de sensibilización social que juegan estos grupos, considero que es necesario trabajar desde un marco más amplio. La crisis de la masculinidad tradicional no sólo afecta a las relaciones de género, sino a toda la esfera relacional y social de los hombres: obviamente con las mujeres, pero también con los hijos, con otros hombres, con el entorno laboral… y, especialmente, consigo mismos. Es evidente que el modelo patriarcal está en crisis y que estamos ya inmersos en un cambio de modelo, en una transición. Como en todo período de transición, conviven viejas y nuevas posturas y posicionamientos. Muchos hombres se hallan todavía bajo el influjo del modelo patriarcal, pero hay muchos otros que ya no se encuentran bajo su dominio. Con más o menos contradicciones, con más o menos conciencia sobre el cambio efectuado, muchos hombres están ya al otro lado de la barrera, y se platean relaciones igualitarias con la mujeres, asumen una paternidad responsable, exploran su mundo emocional y están abiertos a los múltiples cambios personales que supone el nuevo estatus emergente. Pero en general, el trabajo realizado por estos hombres ha sido un trabajo individual, poco contrastado y elaborado colectivamente. A veces implica el abandono de determinadas actitudes y comportamientos que se consideran negativos y su sustitución por los contrarios, con el peligro citado de tirar al bebé junto con el agua sucia. Es a estos hombres a los que considero que se ha de dirigir, fundamentalmente, el trabajo que aquí propongo. Hombres que ya no se sienten identificados con el modelo patriarcal, pero a duras penas han construido uno nuevo que se cimiente sobre unas bases sólidas de autoanálisis, de trabajo sobre sí en conjunción con otros hombres que les permita explorar a pecho descubierto sus logros y limitaciones, compartir el desconcierto, las perdidas y ganancias, de forma que se pueda asumir el reto de construir una nueva masculinidad más firme, consciente y compartida.

Propongo un trabajo en grupo que se base en la exploración y en la vivencia. Los hombres somos excesivamente proclives a la racionalización normativa, por lo que no parece oportuno avanzar hacia una nueva identidad masculina partiendo de grupos de debate y reflexión que tan sólo afecten a nuestra mente racional. Sin tampoco descartarla, necesitamos reconocer nuestras heridas y tocar nuestras emociones, lo cual sólo puede hacerse en espacios que fomenten un trabajo que contemple las distintas dimensiones del ser humano, especialmente aquellas más reprimidas por nuestra sociedad, como son las dimensiones emocional y espiritual. Ello exige un tipo de trabajo vivencial que nos impulse a traspasar las fronteras de lo racional, que tan cómodas nos resultan a los hombres.

Este trabajo no pretende tanto definir la masculinidad como exponerla, explorarla y compartirla en un entorno de por sí masculino. El reto es (re)construirnos en un proceso continuo de reconocimiento-deconstrucción-reconstrucción que no parta de apriorismos sobre la condición masculina, sino de reconocer cómo soy y plantearme cómo quiero ser. Ello pasa inevitablemente por afrontar las luces y las sombras, los aspectos positivos y negativos de mi ser perteneciente al género masculino aquí y ahora y hacer una elección basada en el autoconocimiento.

El trabajo propuesto tiene que ver con la consciencia, con poner luz en la oscuridad, de forma que podamos apropiarnos y responsabilizarnos de aquello que nos corresponde, en primer lugar, como seres humanos y, en segundo lugar, como hombres.

He aquí los principios desde los que parte y a los que aspira el trabajo sobre la masculinidad que propongo:

  1. Nos reconocemos ante todo seres humanos, y nos identificamos como hombres, como seres humanos de sexo masculino.
  2. Los hombres, los varones, representamos la mitad del genero humano, la otra mitad la representan la mujeres. Nos situamos en un plano de igualdad, pero reconociendo las diferencias. Igualdad que es a la vez un punto de partida y una aspiración.
  3. Reconocemos el peso cultural de siglos de dominio masculino en la esfera pública y de las relaciones de género, pero como hombres individuales, aquí y ahora, ya no nos sentimos identificados con dicho dominio. Desde una posición crítica con el pasado, miramos hacia el futuro, situándonos: a favor de la igualdad de oportunidades y derechos entre los hombres y las mujeres y a favor del reconocimiento de las diferencias, a favor de la cooperación y de la singularidad, a favor de la libertad personal y de la solidaridad colectiva.
  4. Reconocemos la cuádruple dimensión del ser humano: física, emocional, mental (racional) y espiritual, y la necesidad de su cultivo y crecimiento equilibrado.
  5. Reconocemos la complejidad del mundo actual y de la mente y conciencia humana y partimos del carácter polar (no dual) de la existencia en el plano humano, consideramos que toda realidad humana se manifiesta en un continuum entre dos polos.
  6. Reconocemos y valoramos la necesidad humana de utopía, la legítima aspiración a un mundo mejor, más consciente, saludable y equilibrado.
  7. Nuestra aspiración es construirnos como individuos completos, complejos y maduros de sexo masculino, capaces de aceptar nuestra luz y nuestra oscuridad, empeñados en ampliar nuestros límites y nuestra conciencia.
  8. Aspiramos a una construcción individual, grupal y social que reconozca e integre las polaridades y que pueda aceptar la paradoja.
  9. Somos conscientes de que lograr estas aspiraciones requiere esfuerzo y trabajo.
  10. Trabajamos por y desde la responsabilidad y el compromiso en las esferas pública y privada de nuestra vida, por convertirnos en protagonistas de nuestra construcción como seres humanos y como hombres.
  11. Consideramos que ese trabajo tiene un triple componente: personal, grupal y social. Consideramos necesario un trabajo individual de reconocimiento, conocimiento, aceptación y transformación de la propia psique y de sus condicionamientos culturales; un trabajo grupal de construcción de identidades, juego de contrastes y elaboración de metas comunes; y un trabajo social de sensibilización y de acción colectiva que trascienda lo individual y grupal.
  12. Consideramos que una parte importante de este trabajo nos corresponde hacerlo en espacios propios de hombres para hombres. Lo consideramos un paso necesario para lograr una relación equilibrada y madura con las mujeres y con el mundo en general.
  13. Reconocemos el camino recorrido por las mujeres en pos de la igualdad y de una mayor conciencia humana, las invitamos a colaborar con nosotros en nuestra construcción como hombres y nos ofrecemos a colaborar con ellas en su construcción como mujeres.

Beneficios que podemos esperar

Va siendo hora de elogiar las virtudes masculinas que no se adquieren ni pasiva ni fácilmente, sino que se obtienen a base de esfuerzo y de exigencia.
(Elisabeth Badintervii)

¿Cuáles son los beneficios que nos puede aportar este trabajo? Ya hemos visto muchos de ellos al exponer las razones para un grupo de hombres, pero centrándonos en los tres factores antes citados a partir de los cuales se construye la significación masculina, se puede decir que el trabajo sobre la masculinidad aquí propuesto ayuda a los hombres a redefinir nuestra relación con las mujeres desde una posición más firme, responsable y consciente; nos ayuda a relacionarnos entre nosotros favoreciendo espacios de mayor intimidad, y a reconocernos en nuestras similitudes y diferencias en un espacio no competitivo; y nos ayuda en la relación con uno mismo al permitirnos ampliar las fronteras de nuestra conciencia y profundizar en aquellos aspectos a los que generalmente nos cuesta acceder. De todas formas, el mayor beneficio vendrá del propio hecho de ponernos en acción, aplicando nuestro esfuerzo a nuestro propio crecimiento como seres humanos.

Así lo constato en los grupos de hombres con los que he trabajado durante los últimos años, confirmándonos el efecto saludable de este trabajo para todos los participantes y animándonos a continuar en la línea de reconstruir nuestra masculinidad desde la consciencia.

Como hombres tenemos la responsabilidad de construir una nueva masculinidad más nutritiva para con nosotros mismos, para con las mujeres y para con la sociedad en su conjunto. Ahora es el momento de hacerlo.


Raúl Martínez Ibars




i Meler, Irene (2000): La masculinidad. Diversidad y similitudes entre los grupos humanos. En “Varones. Género y subjetividad masculina”. Paidós. Buenos Aires.
ii Pániker, Salvador (1987): Ensayos retroprogresivos. Kairós. Barcelona.
iii Gil Calvo, Enrique (1997): El nuevo sexo débil. Los dilemas del varón posmoderno. Temas de hoy. Madrid.
iv Corominas, Joan (2000): Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Gredos. Madrid
v Levinson, D.J., Darrow, C., Klein, E.B., Levinson, M.H., y McKee, B. (1978): The seasons of mans life. New York. Ballantine. Citado por Juan Luis Alvarez-Gayou Jurgenson
vi Morilla, Benigno (2001): El valor de ser hombre. Historia oculta de la masculinidad. Oberón. Madrid.
vii Badinter, Elisabeth (1993): XY. La identidad masculina. Alianza Editorial. Madrid.

dilluns, 15 d’abril del 2013

La dignidad de ser hombre


Los roles y valores que nuestra cultura ha venido asignando a la mujer y al hombre ya no son válidos. ¿Desde dónde somos hombres? ¿Cual es el sentido de nuestra masculinidad? ¿Cuales son los valores que han orientado y que orientan la masculinidad individual y colectiva?

Muchos hombres tienen la sensación de no haber tenido un modelo masculino suficiente. El escritor y activista Robert Bly ya lo mencionaba en su libro “Iron John: una nueva visión de la masculinidad” hace más de veinte años. Esta sensación provoca una cierta desorientación y una difícil respuesta a la pregunta de qué es la masculinidad hoy en día.

¿Cómo aprendemos a ser hombres? Nos criamos en un entorno femenino, pero no hay un momento en el que pasamos a formar parte del mundo masculino con la ayuda de otros hombres y de nuestro propio padre. Qué sería distinto si los niños hiciéramos algún ritual, como siguen haciendo algunas tribus indígenas, adaptado a nuestra sociedad para determinar la entrada al mundo de los hombres y aprender de su forma de ser, con el consecuente compromiso de su parte de participar más intensamente en nuestra educación.    
Es cierto que hasta el presente nuestros padres han estado muy ocupados en proveer a la familia y eso ha limitado el tiempo que han compartido con nosotros. Tal vez este hecho ha dificultado una parte de nuestros aprendizajes, y ahora no sabemos muy bien como actuar delante de situaciones dispares, con nuestros hijos, en la competencia con otros hombres, en la relación de pareja, en la toma de decisiones o delante de las perdidas. Sólo son algunos ejemplos, aquí cada hombre puede añadir sus situaciones importantes y plantearse cómo han influido los modelos masculinos o la ausencia de ellos en su vida. 

En cualquiera de esas situaciones vivimos emociones, y este es el otro gran tema que aparece en los encuentros de hombres en los trabajamos la búsqueda de la masculinidad contemporánea de una forma experiencial. A menudo respondemos a cómo nos manejamos con las emociones con un “como podemos”. Si las mostramos podemos recibir juicios delante de los cuales no sabemos como responder.
El no mostrar las emociones se convierte en un hábito que nos hace perder la consciencia de lo que sentimos. Cuando esto ocurre no sabemos cuales son nuestras necesidades y eso implica, a la larga, pagar un precio que puede ser la insatisfacción, la infelicidad u otros estados similares. Por este motivo incluimos en los encuentros trabajos con la ternura y la agresividad.

Está claro que sentimos ternura en muchas situaciones, pero nos desorientamos cuando los demás lo perciben. Parece que el aprendizaje es que los hombres no muestran eso salvo en contadas ocasiones y en muchas de ellas sólo a las mujeres. Con ellas es más fácil porqué en general es de la madre de quien la hemos recibido y aprendido. Cuando mostramos y compartimos la ternura con otros hombres, sentimos cercanía, comprensión, pertenencia, una gran dosis de descanso y la prueba de lo bien que sienta mostrar emociones y desatender a los posibles juicios hechos por otro hombre, con el resultado final de sentirnos más libres y auténticos.
Cuando trabajamos con la agresividad, entendemos que es el motor que nos lleva a la fuerza, al dinamismo, a la creatividad, a la determinación, a la audacia, al atrevimiento, a poner límites… podríamos seguir poniendo ejemplos en positivo. Es importante diferenciar esta definición de la que también viene en el diccionario y que tiene que ver con la tendencia a la violencia. Es importante hablar de agresividad porque desde pequeños escuchamos “los niños son agresivos” y sí, es cierto, pero ¿quién dice que eso sea negativo?. Químicamente hablando, la testosterona, que producimos en muchísima más cantidad que las mujeres, conlleva agresividad. Entonces, aceptémoslo y mandemos mensajes positivos sobre este hecho natural y biológico a nuestros hijos.  

Es interesante trabajar con estas dos emociones entre hombres: nos sentimos más libres, más claros, entendemos mejor nuestras reacciones, comprendemos que mostrar la ternura y sentir la agresividad es algo que nos libera. Dejando claro que nos reconocemos en la agresividad y no en la violencia, aunque a base de reprimir esa agresividad positiva, a veces, nos ponemos violentos.

Para mi la masculinidad contemporánea implica mostrarse desde lo emocional, decidir qué quiero dejar como legado de mi paso por el mundo y seguir planteándome e investigando como quiero ser como hombre, dándome el permiso para cambiar de opinión y teniendo claro en cada momento o época de mi vida cual es mi respuesta a cualquier input de mi entorno, y todo esto siendo fiel a mis valores.

Xavier Florensa




dimarts, 2 d’abril del 2013

Porqué la dignidad de ser hombres

Según la declaración Universal de los Derechos Humanos, “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. La dignidad hace referencia al valor inherente, que no depende de otras condiciones que las de ser propiamente humano.

¿Acaso los varones de la sociedad occidental actual sienten que son portadores de este valor inherente o, por el contrario, se ven zarandeados por un imaginario social y personal que les resta valor intrínseco? Si durante milenios las mujeres han sido objeto de opiniones y prácticas que atentaban contra su dignidad y han debido luchar duramente para restituirla, hoy parecería que una cierta corriente principal de pensamiento, en su afán por derribar las perniciosas consecuencias del poder patriarcal, estuvieran poniendo en tela de juicio la propia dignidad de los varones, lo que amenaza con tirar al niño junto con el agua sucia.

Si desde el punto de vista ontológico la dignidad es inherente al propio ser humano, en la práctica social y personal ésta se construye o se destruye, afectando al íntimo sentir de las personas sobre su propio valor.

Otro aspecto del taller ha sido reconocer mi masculinidad como algo que no es malo en sí mismo. Hasta ahora tenía una idea de la masculinidad como algo negativo a matar”. Esta cita de un participante en un taller de hombres expresa con claridad meridiana a lo que nos referimos. Muchos hombres hoy se avergüenzan de ser hombres, otros no comprenden qué se espera de ellos, para otros ciertos aspectos de su ser hombres son considerados con desconfianza.

Nuestra propuesta desde este blog es ayudarnos a construirnos como hombres dignos de serlo, dotados de razón y conciencia, como hombres capaces de reconocer sus luces y sus sombras y amarse a sí mismos, condición necesaria para poder amar a las demás personas y comportarse fraternalmente los unos con los otros.

Raúl Martínez Ibars

La dignitat de ser homes?


Buscant nom per aquest blog i per tallers proposats va sorgir aquest de “La dignitat de ser homes”, quelcom que sembla obvi, com la de dones, animals..., la de l' ésser. En canvi em fa sentir incòmode sotasignar-ho, no puc sinó percebre que l'estic reclamant i exigint, i cóm pot ser això si és inherent en mi pel fet de ser. I sí, la sento en mi com a ésser, però cóm a home...? I no m'amago del fet de ser home, no em sento de menys, però sí sento que no és moment de reclamar la nostra dignitat, no quan encara puc veure els beneficis que en trec del fet de ser home, quan encara no he estat capaç de renunciar a aquest lloc de poder, quan encara l'orgull em fa sentir incapaç de perdonar-me en lloc de demanar perdó. Crec que és moment d'observar què és el que em manca com a ésser i que m'ha negat el fet de ser home, el que la societat patriarcal m'ha près, el contactar, reconèixer i abraçar el nen ferit que viu en mi, al que sí puc reconèixer com a víctima i que m'apropa a totes les víctimes del patriarcat, aquest nen que sí que mereix i és digne de ser, el que m'ha portat a creure que hi ha un camí comú, un camí que com a homes tenim el dret de fer, un camí que ens uneix, que ens apropa i que ens pot fer destronar el lloc on ens ha colocat el patriarcat, aquest lloc que a mi m'incomode, que em fa sentir indigne i que m'aparta del meu ser. Això si que em fa sentir home, el sentiment que és un camí el de la dignitat de ser home, que es construeix desde la mirada interior, desde reconèixe'ns vulnerables, desde viure el que ens han près i que ens ha apartat durant tants anys de la nostra essència humana.

Xavi Palou Estany