Los roles y
valores que nuestra cultura ha venido asignando a la mujer y al hombre ya no
son válidos. ¿Desde dónde somos hombres? ¿Cual es el sentido de nuestra
masculinidad? ¿Cuales son los valores que han orientado y que orientan la
masculinidad individual y colectiva?
Muchos hombres tienen la sensación de no haber tenido un modelo masculino
suficiente. El escritor y activista Robert Bly ya lo mencionaba en su libro
“Iron John: una nueva visión de la masculinidad” hace más de veinte años. Esta
sensación provoca una cierta desorientación y una difícil respuesta a la
pregunta de qué es la masculinidad hoy en día.
¿Cómo aprendemos a ser hombres? Nos criamos en un entorno femenino, pero no
hay un momento en el que pasamos a formar parte del mundo masculino con la
ayuda de otros hombres y de nuestro propio padre. Qué sería distinto si los
niños hiciéramos algún ritual, como siguen haciendo algunas tribus indígenas,
adaptado a nuestra sociedad para determinar la entrada al mundo de los hombres
y aprender de su forma de ser, con el consecuente compromiso de su parte de
participar más intensamente en nuestra educación.
Es cierto que hasta el presente nuestros padres han estado muy ocupados en
proveer a la familia y eso ha limitado el tiempo que han compartido con
nosotros. Tal vez este hecho ha dificultado una parte de nuestros aprendizajes,
y ahora no sabemos muy bien como actuar delante de situaciones dispares, con
nuestros hijos, en la competencia con otros hombres, en la relación de pareja,
en la toma de decisiones o delante de las perdidas. Sólo son algunos ejemplos,
aquí cada hombre puede añadir sus situaciones importantes y plantearse cómo han
influido los modelos masculinos o la ausencia de ellos en su vida.
En cualquiera de esas situaciones vivimos emociones, y este es el otro gran
tema que aparece en los encuentros de hombres en los trabajamos la búsqueda de
la masculinidad contemporánea de una forma experiencial. A menudo respondemos a
cómo nos manejamos con las emociones con un “como podemos”. Si las mostramos
podemos recibir juicios delante de los cuales no sabemos como responder.
El no mostrar las emociones se convierte en un hábito que nos hace perder
la consciencia de lo que sentimos. Cuando esto ocurre no sabemos cuales son
nuestras necesidades y eso implica, a la larga, pagar un precio que puede ser
la insatisfacción, la infelicidad u otros estados similares. Por este motivo
incluimos en los encuentros trabajos con la ternura y la agresividad.
Está claro que sentimos ternura en muchas situaciones, pero nos
desorientamos cuando los demás lo perciben. Parece que el aprendizaje es que
los hombres no muestran eso salvo en contadas ocasiones y en muchas de ellas
sólo a las mujeres. Con ellas es más fácil porqué en general es de la madre de
quien la hemos recibido y aprendido. Cuando mostramos y compartimos la ternura con
otros hombres, sentimos cercanía, comprensión, pertenencia, una gran dosis de
descanso y la prueba de lo bien que sienta mostrar emociones y desatender a los
posibles juicios hechos por otro hombre, con el resultado final de sentirnos
más libres y auténticos.
Cuando trabajamos con la agresividad, entendemos que es el motor que nos
lleva a la fuerza, al dinamismo, a la creatividad, a la determinación, a la
audacia, al atrevimiento, a poner límites… podríamos seguir poniendo ejemplos
en positivo. Es importante diferenciar esta definición de la que también viene
en el diccionario y que tiene que ver con la tendencia a la violencia. Es
importante hablar de agresividad porque desde pequeños escuchamos “los niños
son agresivos” y sí, es cierto, pero ¿quién dice que eso sea negativo?.
Químicamente hablando, la testosterona, que producimos en muchísima más
cantidad que las mujeres, conlleva agresividad. Entonces, aceptémoslo y
mandemos mensajes positivos sobre este hecho natural y biológico a nuestros
hijos.
Es interesante trabajar con estas dos emociones entre hombres: nos sentimos
más libres, más claros, entendemos mejor nuestras reacciones, comprendemos que
mostrar la ternura y sentir la agresividad es algo que nos libera. Dejando
claro que nos reconocemos en la agresividad y no en la violencia, aunque a base
de reprimir esa agresividad positiva, a veces, nos ponemos violentos.
Para mi la masculinidad contemporánea implica mostrarse desde lo emocional,
decidir qué quiero dejar como legado de mi paso por el mundo y seguir
planteándome e investigando como quiero ser como hombre, dándome el permiso
para cambiar de opinión y teniendo claro en cada momento o época de mi vida
cual es mi respuesta a cualquier input de mi entorno, y todo esto siendo fiel a
mis valores.
Xavier Florensa
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