Según
la declaración Universal de los Derechos Humanos, “Todos
los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y,
dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse
fraternalmente los unos con los otros”. La dignidad hace referencia
al valor inherente, que no depende de otras condiciones que las de
ser propiamente humano.
¿Acaso
los varones de la sociedad occidental actual sienten que son
portadores de este valor inherente o, por el contrario, se ven
zarandeados por un imaginario social y personal que les resta valor
intrínseco? Si durante milenios las mujeres han sido objeto de
opiniones y prácticas que atentaban contra su dignidad y han debido
luchar duramente para restituirla, hoy parecería que una cierta
corriente principal de pensamiento, en su afán por derribar las
perniciosas consecuencias del poder patriarcal, estuvieran poniendo
en tela de juicio la propia dignidad de los varones, lo que amenaza
con tirar al niño junto con el agua sucia.
Si
desde el punto de vista ontológico la dignidad es inherente al
propio ser humano, en la práctica social y personal ésta se
construye o se destruye, afectando al íntimo sentir de las personas
sobre su propio valor.
“Otro
aspecto del taller ha sido reconocer mi masculinidad como algo que no
es malo en sí mismo. Hasta ahora tenía una idea de la masculinidad
como algo negativo a matar”. Esta cita de un participante en un
taller de hombres expresa con claridad meridiana a lo que nos
referimos. Muchos hombres hoy se avergüenzan de ser hombres, otros
no comprenden qué se espera de ellos, para otros ciertos aspectos de
su ser hombres son considerados con desconfianza.
Nuestra
propuesta desde este blog es ayudarnos a construirnos como hombres
dignos de serlo, dotados de razón y conciencia, como hombres
capaces de reconocer sus luces y sus sombras y amarse a sí mismos,
condición necesaria para poder amar a las demás personas y
comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Raúl Martínez Ibars
Raúl Martínez Ibars
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